Dr.Francisco Morales Zepeda
El mercado es la principal forma de distribución de las mercancías en México, tiene su origen en las formas prehispánicas de comercialización en las distintas ciudades-estado que se erigieron en todo el territorio de Aridoamérica y Mesoamérica, transformándose durante la conquista y la colonia, de espacios muy parecidos a los tianguis en los actuales establecimientos techados y con distintos accesos y salidas, en los que se concentran espacios específicos de comercialización de productos como flores, comida, abarrotes, aves, pescado, carnes, tlapalería o ferretería, entre otros.
No podemos hablar de una sola época “dorada” de los mercados en México, porque el mercado ha tenido varios momentos históricos tanto en su aspecto físico como en la manera en que son distribuidas de las mercancías en su interior.
Los mercados son representativos de nuestra forma de organización social, nos permiten valorar la “salud” de nuestra cultura a partir de su presencia y extensión, así como el número de intercambios comerciales y el entramado social que subsiste de ellos.
El mercado es un espacio organizado para el comercio, la comida y la bebida de sus comensales, hay algunos que están organizados para giros muy específicos como el mercado de muebles de Lagunilla en el DF, el mercado de especias y hierbas de Sonora también en el mismo distrito federal, o el mercado de la plata en Tasco; otros mercados en cambio, son “multifacéticos”, como los mercado de Cholula en Puebla.
La organización de los mercados actualmente está regulada por los Ayuntamientos Municipales, en muchos de los cuales hay oficinas específicas para definir y operar la política de mercados del municipio, lo que incluso lleva a que se les ponga el apellido de “Mercado Municipal”.
La ruptura cultural que está viviendo el país, producto del modelo capitalista de libre mercado, está condenando a la desaparición a muchos mercados tradicionales de México, sobre todo, aquellos que tienen un menor arraigo popular, o en aquellas poblaciones donde el proceso de marginación se encuentra acompañado con una urbanización de primera generación.
El concepto de plaza comercial ha desplazado al mercado para las nuevas generaciones, esto no ha sido obra de la casualidad, se realizaron en México, en los años 90`s, enormes campañas publicitarias con cientos de miles de dólares de respaldo para presentar a los mercados como lugares insalubres en los cuales se venden mercancías de dudosa calidad y en los que además no existe seguridad ni salubridad.
En el país contrastan las regiones en las que los mercados públicos han logrado conservar los colores y los olores, manteniendo a sus clientes tradicionales e incluso incrementando las personas que los visitan, los que lo han logrado, lejos de lo que podríamos supones son aquellos que no han cambiado el “concepto” de mercado, por el contrario, han incrementado su mexicanidad, es decir, el folklore en sus pasillos y establecimientos, por lo que podemos decir que los mercados que han sobrevivir gozan de cabal salud.
Uno de los aspectos que condenan a una vida incierta a los mercados municipales, es el desplazamiento espacial del comercio las regiones urbanas, esta continua modificación de las pautas espaciales de consumo de la población se expresa en el caso de México en la caída del centro de la ciudad como expresión del espacio de consumo su población, el surgimiento de nuevos centros o centros intermedios que difuminan a la ciudad para convertirla en una “ciudad difusa”, sobre todo en las ciudades medias y grandes; lo que obliga a repensar el concepto de mercado, no en su carga cultural pero sí en su distribución espacial interna.
La percepción del mercado como un espacio fuera de la “modernidad”, es sinónimo de la pérdida de identidad para un mexicano y una prueba contundente de la debilidad a la que puede llegar nuestra cultura frente a la aculturación mediática que nos condiciona a una vida más “practica” e impersonal del “supermercado”.
La comercialización y el consumo de mercancías basados en los modelos occidentales de consumo llevan a la población de esta región del mundo a adoptar alimentos y mercancías cada vez más sintéticos. En el caso de México, al ser nuestra cultura deliberadamente marginada de los circuitos de intercambio de mercancías, se nos ha obligado a incorporar productos que lejos de asegurarnos los mínimos nutrientes nos condenan a dietas que no sólo malnutren, lo que es peor aún, a bajos niveles culturales como producto de entornos cada vez más individualizados y por lo tanto con una menor interacción social.
El supermercado, epicentro de la sociedad posmoderna son las nuevas catedrales de la cultura de lo desechable y el ocio, espacios bastante bien dibujados en el Ensayo Sobre la Ceguera de José Saramago, en los que se combina la impersonalidad con el fetichismo propio de las mercancías, escenarios para los que la cultura es también una pieza del aparador.
Los mercados sobreviven en el país, aún a pesar del abandono de este tipo de modelo de comercialización, producto de las políticas públicas implementadas desde la década de 1980 en México; los mercados municipales insisten en mantenerse, porque son el resultado de siglos de organización del espacio cultural de los mexicanos.
Estar en un mercado típico en México, como lo es el de la Merced por ejemplo, nos permite entrar de lleno a la cultura del país, nos coloca en el epicentro de un espacio cultural en el que podemos observarnos a nosotros mismos, este mercado que data de la década de 1950 tienen su antecedente en el siglo XIX cuando se instalo por primera vez en 1863 cambiando de lugar en distintos momentos de su historia.
El aroma de un mercado se queda impreso de manera indeleble en la psique de quien ha contemplado las expresiones de los que comercian y compran en ellos, sus personajes y pregoneros se repiten en toda la geografía del país.
Al paso de los años y una vez que hemos visto las consecuencias de los alimentos procesados y sus conservadores, el mercado resurge como un entorno en el que podemos volver a encontrar los productos frescos y de primera mano que satisfagan nuestras necesidades, lamentablemente no es así en todos los casos, y muchos mercados adolecen ya de una etapa terminal, de la cual difícilmente podrán salir.
Sí de un espacio geográfico es responsable el municipio es de los mercados públicos, ahí es donde se debe actuar desde las políticas públicas municipales, manteniendo un entorno social en el que se consolida la identidad de la población y se establecen mecanismos de interacción social, por lo cual es necesario valorar de nueva cuenta al mercado como un entorno que nos permite pensar nuestra cultura.
Referencias
Legorreta, Jorge (1996) La Merced, rostro de la modernidad
urbanahttp://www.jornada.unam.mx/1996/12/22/legorreta.html (Consulta 15/05/08)
Saramago, José (1995) Ensayo Sobre la Ceguera, Alfaguara, España
El mercado es la principal forma de distribución de las mercancías en México, tiene su origen en las formas prehispánicas de comercialización en las distintas ciudades-estado que se erigieron en todo el territorio de Aridoamérica y Mesoamérica, transformándose durante la conquista y la colonia, de espacios muy parecidos a los tianguis en los actuales establecimientos techados y con distintos accesos y salidas, en los que se concentran espacios específicos de comercialización de productos como flores, comida, abarrotes, aves, pescado, carnes, tlapalería o ferretería, entre otros.
No podemos hablar de una sola época “dorada” de los mercados en México, porque el mercado ha tenido varios momentos históricos tanto en su aspecto físico como en la manera en que son distribuidas de las mercancías en su interior.
Los mercados son representativos de nuestra forma de organización social, nos permiten valorar la “salud” de nuestra cultura a partir de su presencia y extensión, así como el número de intercambios comerciales y el entramado social que subsiste de ellos.
El mercado es un espacio organizado para el comercio, la comida y la bebida de sus comensales, hay algunos que están organizados para giros muy específicos como el mercado de muebles de Lagunilla en el DF, el mercado de especias y hierbas de Sonora también en el mismo distrito federal, o el mercado de la plata en Tasco; otros mercados en cambio, son “multifacéticos”, como los mercado de Cholula en Puebla.
La organización de los mercados actualmente está regulada por los Ayuntamientos Municipales, en muchos de los cuales hay oficinas específicas para definir y operar la política de mercados del municipio, lo que incluso lleva a que se les ponga el apellido de “Mercado Municipal”.
La ruptura cultural que está viviendo el país, producto del modelo capitalista de libre mercado, está condenando a la desaparición a muchos mercados tradicionales de México, sobre todo, aquellos que tienen un menor arraigo popular, o en aquellas poblaciones donde el proceso de marginación se encuentra acompañado con una urbanización de primera generación.
El concepto de plaza comercial ha desplazado al mercado para las nuevas generaciones, esto no ha sido obra de la casualidad, se realizaron en México, en los años 90`s, enormes campañas publicitarias con cientos de miles de dólares de respaldo para presentar a los mercados como lugares insalubres en los cuales se venden mercancías de dudosa calidad y en los que además no existe seguridad ni salubridad.
En el país contrastan las regiones en las que los mercados públicos han logrado conservar los colores y los olores, manteniendo a sus clientes tradicionales e incluso incrementando las personas que los visitan, los que lo han logrado, lejos de lo que podríamos supones son aquellos que no han cambiado el “concepto” de mercado, por el contrario, han incrementado su mexicanidad, es decir, el folklore en sus pasillos y establecimientos, por lo que podemos decir que los mercados que han sobrevivir gozan de cabal salud.
Uno de los aspectos que condenan a una vida incierta a los mercados municipales, es el desplazamiento espacial del comercio las regiones urbanas, esta continua modificación de las pautas espaciales de consumo de la población se expresa en el caso de México en la caída del centro de la ciudad como expresión del espacio de consumo su población, el surgimiento de nuevos centros o centros intermedios que difuminan a la ciudad para convertirla en una “ciudad difusa”, sobre todo en las ciudades medias y grandes; lo que obliga a repensar el concepto de mercado, no en su carga cultural pero sí en su distribución espacial interna.
La percepción del mercado como un espacio fuera de la “modernidad”, es sinónimo de la pérdida de identidad para un mexicano y una prueba contundente de la debilidad a la que puede llegar nuestra cultura frente a la aculturación mediática que nos condiciona a una vida más “practica” e impersonal del “supermercado”.
La comercialización y el consumo de mercancías basados en los modelos occidentales de consumo llevan a la población de esta región del mundo a adoptar alimentos y mercancías cada vez más sintéticos. En el caso de México, al ser nuestra cultura deliberadamente marginada de los circuitos de intercambio de mercancías, se nos ha obligado a incorporar productos que lejos de asegurarnos los mínimos nutrientes nos condenan a dietas que no sólo malnutren, lo que es peor aún, a bajos niveles culturales como producto de entornos cada vez más individualizados y por lo tanto con una menor interacción social.
El supermercado, epicentro de la sociedad posmoderna son las nuevas catedrales de la cultura de lo desechable y el ocio, espacios bastante bien dibujados en el Ensayo Sobre la Ceguera de José Saramago, en los que se combina la impersonalidad con el fetichismo propio de las mercancías, escenarios para los que la cultura es también una pieza del aparador.
Los mercados sobreviven en el país, aún a pesar del abandono de este tipo de modelo de comercialización, producto de las políticas públicas implementadas desde la década de 1980 en México; los mercados municipales insisten en mantenerse, porque son el resultado de siglos de organización del espacio cultural de los mexicanos.
Estar en un mercado típico en México, como lo es el de la Merced por ejemplo, nos permite entrar de lleno a la cultura del país, nos coloca en el epicentro de un espacio cultural en el que podemos observarnos a nosotros mismos, este mercado que data de la década de 1950 tienen su antecedente en el siglo XIX cuando se instalo por primera vez en 1863 cambiando de lugar en distintos momentos de su historia.
El aroma de un mercado se queda impreso de manera indeleble en la psique de quien ha contemplado las expresiones de los que comercian y compran en ellos, sus personajes y pregoneros se repiten en toda la geografía del país.
Al paso de los años y una vez que hemos visto las consecuencias de los alimentos procesados y sus conservadores, el mercado resurge como un entorno en el que podemos volver a encontrar los productos frescos y de primera mano que satisfagan nuestras necesidades, lamentablemente no es así en todos los casos, y muchos mercados adolecen ya de una etapa terminal, de la cual difícilmente podrán salir.
Sí de un espacio geográfico es responsable el municipio es de los mercados públicos, ahí es donde se debe actuar desde las políticas públicas municipales, manteniendo un entorno social en el que se consolida la identidad de la población y se establecen mecanismos de interacción social, por lo cual es necesario valorar de nueva cuenta al mercado como un entorno que nos permite pensar nuestra cultura.
Referencias
Legorreta, Jorge (1996) La Merced, rostro de la modernidad
urbanahttp://www.jornada.unam.mx/1996/12/22/legorreta.html (Consulta 15/05/08)
Saramago, José (1995) Ensayo Sobre la Ceguera, Alfaguara, España
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