martes, 7 de junio de 2011

La Estética en la Sociedad Contemporánea. La Ruptura de la Verdad Preestablecida.

Dr. Francisco Morales Zepeda

Palabras Clave: Estética, Ética, Percepción Verbal, Lucha de Clases, Revolución

Resumen

La estética, como forma perceptual muta a partir de la conceptualización del entorno, de esta manera, los distintos planos de interpretación de la realidad pasa por la comprensión científica –conceptual- del contexto histórico que rodea al individuo, y es ahí, en donde la Revolución Proletaria ha de actuar en la construcción de estilos de vida que se contrapongan a los elementos estéticos que limitan la percepción verbal de la lucha de clases.

Introducción

Cuando hablamos de la estética, desde su abordaje epistemológico, no estamos planteando una psicología de la estética o del arte, estamos planteado el uso común que desde la actividad cotidiana que realiza el ser humano en el acto estético, a partir de su relación permanente con otro y con el entorno, en donde se expresa a la estética como la relación con los demás, mediado por el dialogo, lo que configura en su significación la realidad, dando paso al desarrollo histórico de la verdad en su relación con la ética entre el ser humano y sus actos.

Uno de los actos humanos en donde se expresa la estética es en la toma de decisiones, y es en la planeación de la transformación de la realidad, en donde los aspectos perceptivos se ven conjugados con la significación del mundo, de ahí la importancia de abordar la configuración de la planeación actual en el capitalismo y desmitificar su fundamento científico, aportando a una nueva mirada que avance de la percepción verbal a la percepción conceptual.

El soporte epistemológico en el diseño de la planeación estratégica y estratégica participativa derivan en una gestión que prefundamenta los resultados en una “prospectiva” que parte de la propia planeación, sin tomar en cuenta la realidad, lo que deriva en una homogenización de la percepción estética que suplanta, a través de simulación, los significados culturales de la contemplación estética, condicionando así su vulnerabilidad en la toma de decisiones.

La reformulación de los fundamentos epistemológicos de la planeación territorial en su relación con las Redes Institucionales, asumiendo un acercamiento a la horizontalidad en la toma de decisiones por parte de los ciudadanos es la base para una reconfiguración de la estética en la planeación y con ello la Resignificación del paisaje, irrumpiendo en las mutaciones de una fundamentación sistémica que no permite conceptualizar la realidad.

Más allá de la Mimesis y la Percepción

La estética se presenta ante la mirada humana en una mediación con la realidad, constituida por la percepción visual y la representación en los sistemas simbólicos de las culturas, expresados en el lenguaje, y es ahí, en donde la contemplación asume una comprensión de significación verbal.

La contraposición entre mimesis y percepción que desarrolla Lukcás (1970), en su obra Estética, asume que es a través de la contemplación donde se expresa el acto estético, considerando que la percepción es un aspecto supeditado a una interpretación de lo observado, es decir principalmente de orden visual, para después pasar a una interpretación en lo sublime de la mimesis, llevando la mirada más allá de la “fotocopia” de la realidad.

(…) Pues en cuanto que rebasó la mera indicación de objetos o procesos, la comunicación tuvo que apelar a los recursos de la mímesis para conseguir la modesta univocidad posible a ese nivel evolutivo. Es, sin embargo, notable –y el ejemplo que hemos aducido lo prueba cumplidamente- que la imitación aplicada en esa situación está aún más lejos de poder ser una fotocopia del modelo de la percepción misma. Hace falta un grado de abstracción relativamente alto, un cierto grado de inequívoca acentuación de lo esencial, para caracterizar concretos objetos o procesos con palabras o gestos relativamente escasos. (Lukcás, 1982: 26)

Para Lukcás, la epistemología de la estética se fundamente en la relación entre lo objetivo y lo subjetivo en la interpretación del significado en la mimesis a partir de los elementos de expresión primitiva, en este sentido el propio Lukcás logra acercarse a los elementos culturales que median entre lo subjetivo y lo objetivo, sin alcanzar a interpretarlo.

Hemos visto ya que las expresiones miméticas de la realidad cotidiana cuya finalidad es una comunicación práctica concreta y determinada por el contenido, va siempre y necesariamente envuelta en un “aura” de evocación emocional. Eso no es sólo una consecuencia del modo de expresión, primitivo y poco exacto desde el punto de vista conceptual; más bien nació, por una parte, del hecho de que toda comunicación social va del hombre entero al hombre entro y, por tanto, no pude contentarse con la simple transmisión de contenidos conceptuales aclarado, sino que tiene que apelar también a la vida emocional del destinatario. (Lukcás, 1982: 35)

El desarrollo de la psicología en el momento que Lukcás escribió su tratado sobre estética no permitía aún hablar de la diferencia entre Percepción visual y verbal, aportado por L. S. Vygotsky a principios de los años 30’s del siglo XX, en donde las consideraciones verbales de la percepción permiten hablar de un acto histórico cultural en la mirada.

Se entiende ahora el papel claramente diferenciado que se le atribuye al arte en tanto que forma ideológica especial que trata de un aspecto totalmente diferenciado y peculiar de la psique humana. Y, para entender esta peculiaridad del arte y saber en qué se distinguen exactamente el arte y su acción de todas las demás formas ideológicas, debemos por fuerza recurrir al análisis psicológico. El arte sistematiza una esfera muy especial en la psique del hombre social: sus emociones. (Vygotsky, 2006: 34)

La presencia de las emociones en la condición estética da pie a una mirada educada en la significación cultural, con este aspecto la estética pasa por el desarrollo cognitivo y en este sentido, la educación juega un papel fundamental en el acto estético.

La educación se presenta como el espacio en el que se desarrollan los procesos cognitivos que dan paso a través de la internalización de los conceptos a la vida perceptual verbal y con ello a una estética mediada, en donde la profundidad en la descripción contemplativa se ve influida por la comprensión que tengamos del objeto contemplado, de ahí, que las afirmaciones de Lukcás se vea limitadas a una refiguración de la realidad en la mimesis.

La representación mimética tiene que ser la realidad misma, y no un reflejo abstractivo de momentos sueltos de la vida, como ocurre en la ornamentística. La representación mimética no es pues nunca –en su intención- algo sin mundo como la ornamentística, incluso cuando el contenido apunta a lo fantástico, a lo nunca visto ni oído, lo creado bajo el signo de la mímesis se presenta como la presentación de la realidad, refiguración del mundo. (Lukcás, 1982: 36)

La refiguración del mundo, a través de la mimesis puede ser modificada en la composición del valor de cambio de la mercancía, a partir del diseño, aspecto que suple los elementos que componen el valor de uso, y con ello la interpretación de la realidad pasa por un “simulacro” (Baudrillard, 2000) lo que ahonda en los procesos de fetichización de las mercancías.

Lo estético marca más bien a lo largo de un complicado rodeo: Los movimientos, los modos de comportamiento –ya en sí miméticos- de las ocupaciones cotidianas del hombre en su tráfico con los demás se imitan a su vez; y esos reflejos de reflejos convertidos en acciones no imitan ya para determinados fines prácticos inmediatos determinados fenómenos de la realidad, sino que agrupan sus imágenes según principios plenamente nuevos: se concentran en la intención de despertar en el espectador determinadas ideas, convicciones, determinados sentimientos, pasiones, etc. Como es natural esa intención evocadora-mimética se presenta también en la vida cotidiana; sin esa “preparación” no podría situarse en el centro de la representación mimética. (Lukcás, 1982: 38)

La relación entre la conciencia y la estética esta mediada por el lenguaje en el ejercicio de la actividad concreta, de ahí que los “actos de significado” (Bruner, 2004) se presenten dentro de un proceso de internalización de esos mismos actos, es decir, a través de las categorías que permiten describir el acto estético en sí mismo.

El contenido estético de la realidad objetiva –del mismo modo que otros contenidos de condición análoga- es un contenido histórico que resulta de una acumulación de experiencia humana que se transmite de generación en generación, con una cierta independencia relativa respecto a las fases y etapas del desarrollo social. Luego, su condición objetiva no es absoluta –como lo son otras leyes permanentes de la naturaleza-, puesto que está limitada por su ser histórico, por su historicidad. (Revueltas, 1981: 163)

Para Gisele Marty (2000) podemos hablar de una facultad estética, definiéndola desde la psicología del arte, desde su punto de vista como objeto de estudio de la misma, y en esa medida como “(…) la facultad estética no tiene nada que ver con la presencia de dotes artísticas excelsas. Este tipo de creatividad extrema se relaciona con otro fenómeno diferente, que es el genio creador. Resulta fácil confundir ambos fenómenos.” (Marty, 2000: 96)

Hay que decir que Gisele Marty parte de una concepción apriorista o innatistas de la concepción estética, aspecto que se desprende de los planteamientos de Noam Chomsky entorno al innatismo. Al igual que Lukcás, Marty comete el error de considerar a la percepción la base de la facultad estética en su relación con la psicología, aspecto que como hemos mencionado se encuentra rebasado ya por las aportaciones de Vygotsky, en torno a los proceso de internalización

¿Ruptura Estética?: Modernidad vs. Posmodernidad

En el siglo XXI se habla de “nuevas” expresiones de la estética a partir de la ruptura de la unidad, como parte de estos componentes arquitectónicos se habla del posmodernismo, con su pérdida de los linderos de la forma, en una relación que desdeña el concepto de “alta cultura”.

(…) Ante todo, hay una verdad del posmodernismo: “verdad”, en el sentido de lo verdadero del síntoma, en el que se expresa —se articula— el “retorno de lo reprimido” de aquella tragedia olvidada. El posmodernismo es, entre otras cosas, la recuperación (no siempre del todo conciente), por parte de la ideología dominante, del hecho de que se ha operado efectivamente, en el mundo, una metamorfosis —y la resonancia kafkiana del término no es desestimable— por la cual ni la esfera de la producción, ni las clases sociales, ni la praxis política, ni el orden simbólico en su conjunto, son ya lo que eran: una “puesta a punto” con respecto a la cual, hay que decirlo con claridad, el reloj de la izquierda atrasa sensiblemente. (Jameson, 1991)

La llamada “crisis de la modernidad”, está acompañada con la intencionalidad de los grupos neoliberales por dar al traste con “los logros” de la sociedad capitalista occidental, uno de ellos el Estado de Bienestar y el otro Los Derechos Humanos, contravienen los apetitos de acumulación que se expresan en la inmoralidad de la ganancia en las bolsas de valores del mundo.

Pero, tras la crisis de los noventa, la teoría del compromiso plantea en la actualidad un interrogante que, si bien hubiera sido un tanto retórico en esos años, en el presente no lo es: ¿sigue siendo útil el arte como herramienta de cambio social? Esta pregunta no es ociosa porque si alguna verdad se puede extraer de la historia del pensamiento, esa verdad es la que muestra el vínculo estrecho que existe entre la historia y las teorías, sean ellas sociales, políticas o estéticas. Hay condicionamientos epocales de las teorías y no hay llave maestra para todo tiempo y lugar. En los noventa se han agravado las condiciones que se vivían treinta años atrás. El proceso cultural ha progresado hacia una nueva forma de realidad: la realidad delusoria. El límite entre lo real y lo imaginario, dos esferas antaño bien diferenciadas, hoy tienden a ser confundidas en lo que se denomina “simulación”. En la hiperrealidad de la simulación lo real y lo imaginario se encuentran. De esa indiferenciación se deriva el fenómeno que Baudrillard ha llamado "desilusión metafísica": lo real deja cada vez menos luz a la alternativa ilusoria. Lo simbólico y lo imaginario se sumen en lo real. Lo real es entendido como lo hiperreal massmediático. (Gutiérrez, 1999)

El mensaje que nos da la obra de arte no se limita a una mirada de orden conceptual, también es una expresión de contexto en el que se concibió la obra, así, cada época se enlaza con las condiciones subjetivas en las que se ha presentado, el “posmodernismo” no tiene asidero, es al igual que la globalización un constructo conceptual con el que se juega “teóricamente” para justificar la barbarie económica.

La distinción que yo sugiero por mi parte es la siguiente: toda obra de arte es un signo. Estos signos -que podemos llamar artísticos- son siempre síntomas o testimonios. Dicho en otros términos, toda obra de arte, en cuanto a producto cultural, nos informa acerca de su época histórica y puede suscitar en nosotros una actitud cognoscitiva. Entre los signos artísticos podemos distinguir las obras significativas o con significación (signos propiamente dichos) y obras no significativas. (Sánchez, 1970: 33)

La dicotomía entre modernidad y posmodernidad es de orden artificial, producto de una interpretación de las formas, en las que se establece un orden basado en la información apriorista de contorno estético, de esta manera asumir esta “confrontación” es aceptar un conflicto de orden visual en el que no hay en los hechos una transformación del entorno sino un reflejo invertido del propio modelo de producción capitalista.

La evolución de las formas estéticas tiene su origen en las propuestas que desde la ingeniería se desarrollan, es decir desde la objetividad de la forma, así por ejemplo, la Tensegridad en la forma arquitectónica.

La ruptura que desde el diseño, se hace no es un cambio en las formas, es decir, no es un proceso de ruptura estética sino una suplantación de las formas por los contornos, sin mayor modificación a la funcionalidad de la mercancía, un juego que desde el Marketing se conoce como la construcción del concepto de la marca.

En el libro de “No Logo” Naomi Klein (2000) afirma “Es legitimo decir que el astronómico crecimiento de la riqueza y la influencia cultural de las empresas multinacionales que se ha producido durante los últimos quince años tiene su origen en una idea única, y al parecer inofensiva, que los teóricos de la gestión de empresas elucubraron a mediados de la década de 1980: que las empresas de éxito deben producir ante todo marcas y no productos.”

La construcción de bienes intangibles como son las marcas en la sociedad de consumo se basa en el proceso productivo a través de la sustitución de los desarrollos científicos por los elementos del diseño, propiciando con ellos cambios en la forma, es decir en los constituyentes de cambio de las mercancías y no en el uso de las mismas, limitando con ello los procesos industriales y generando así burbujas especulativas dentro de los procesos de crisis continua del capitalismo.

La suplantación de la forma por los contornos es en sí uno de los elementos explotados por la llamada “estética posmoderna”, sin más variante que la irrupción de lo “no establecido” y la negación de los elementos que constituyen un límite preestablecido por la concepción teórica de la realidad, una especie de “empirismo radical”, que avanza más profundamente que Karl Popper y el llamado empirismo crítico.

Cuando nos esforzamos en hallar las raíces de este proceso desintegrador descubrimos que en los últimos siglos este proceso se centra en un fenómeno predominante, a saber, la compleja y paradójica relación entre la conciencia y el inconciente. Esta relación variaba desde el antagonismo hasta la interacción y el entrelazamiento; cambiaba la preponderancia y tocaba la creatividad, se inició con la supremacía de la razón y terminó en el predominio del inconsciente y en la incapacidad de la mente para dominar su mundo sobrepoblado y sobrecreado; y decir dominar es decir hacerlo coherente. De hecho la conciencia es percepción de sí mismo dentro de una coherencia del mundo que nos rodea. Y en el último siglo hubo una gradual erosión de esta percepción. Permítaseme recordar aquí las primeras etapas de este proceso. (Kahler, 1969: 36)

La posmodernidad no es un movimiento espontaneo, que se presenta ante la decadencia de la modernidad, no es ni por asomo una “rebelión” de la organización tradicional de la explotación del capitalismo, es en todo caso, un avance de la economía de la especulativa, que da paso a la estructura de la economía, en donde el manejo de la percepción es fundamental, pues en ello se manejan las sensaciones a través de la manipulación de las masas de consumidores, en donde el camino es la sustitución de la ideología por el estereotipo, aspecto que se manifiesta en los elementos de orientación del consumo, es decir, un estilo de vida, es en el que se sitúa los proceso de cambio, permitiendo que la industria cultural irrumpa dentro del contexto de la vida cotidiana.

La uniformidad de la “ruptura” a la que invita la posmodernidad nos indica claramente como se empata con los planteamientos que desde las organizaciones nos hablan de una teoría del riesgo en lo económico y en lo social (Beck, 1994), asumiendo que aceptaremos la perdida de estabilidad social como un componente permanente dentro de los planteamientos de toma de decisiones y con ello, asumir que nuestra condición de desposeídos tiene un componente de suerte y no de decisión intrínseca al propio sistema capitalista.


De la Gestión Estratégica a las Redes Institucionales. La Resignificación estética del paisaje

En la última década, la perspectiva de la planeación estratégica y su derivación operativa la gestión estratégica y estratégica participativa ha presentado un declive, derivado del resquebrajamiento de los postulados epistemológicos en la planeación económica en la conceptualización de la historia y del territorio, pero lejos de desaparecer del contexto institucional, los países periféricos insisten en implementar estos modelos de planeación y operación de los programas de desarrollo por la dependencia que se tiene del financiamiento internacional.

La planificación económica centralizada fue objeto de ataques airados durante toda la década de 1970 y parte de los 80’s por parte de modelo neoliberal, en este contexto, no pocos teóricos de las organizaciones (Spenger (2000); Tissen, Andriessen y Lekanne (2000); Durker (2001), Leydesdorff (2001), entro otros) asumieron que existe una relación entre el conocimiento y el cambio organizacional y el desarrollo económico.

El conocimiento y la innovación como elementos de desarrollo económico se enfrentan a una pregunta, derivada de las condiciones objetivas del crecimiento económico, ¿Por qué unas regiones crecen y otras no? En la búsqueda de esta respuesta, las interpretaciones se han limitado a elementos interpretativos de las potencialidades de los territorios (Scott, 2004), sin una relación que trascienda las explicaciones de carácter funcionalista de la teoría de sistemas (Luhmann, 2001)

Las continuas crisis económicas en el contexto capitalista en la primera década del siglo XXI, han llevado al modelo neoliberal a una crisis estructural, que se empata con la pérdida de legitimidad del modelo capitalista y sus fundamentos axiomáticos: Explotación de la naturaleza, la explotación del hombre por el hombre y la desigualdad territorial.

La emergencia de las Redes Institucionales desde una perspectiva de la planeación territorial (Morales, 2007), permite que hablemos de una resignificación del paisaje a partir de la contemplación estética mediada por la conceptualización del entorno y con ello situar en su condición de uso al entorno, sin mayor pretensión que el usufructo del espacio mismo.

Lo que predomina en el paisaje de la sociedad de consumo es el logo, la marca, aspecto que en los hechos satura la mente de las personas, obnubilado su percepción del mundo, a través de una carga visual que limita el desarrollo de una perspectiva propia del mundo a través de la conceptualización del mimo.

Los espacios sociales, se adecuan las condiciones de negación de las oportunidades sociales y a más aún en los países subdesarrollados, en donde el capitalismo salvaje hace patente su desprecio por el orden social y la normatividad jurídica, avasallando la naturaleza y negando los derechos básicos a los trabajadores.

La Felicidad sin sacrificio no es posible, la risa en el sistema capitalista como elemento lúdico que nos relaciona con los demás es suplantada por la mueca de la sinrazón, no hay en el contexto estético de lo teatral o lo literario un componente que se base en un humor compartido, todo se enfoca a la negación del otro, a la suplantación de sus aspiraciones por las aspiraciones del estereotipo de consumo.

Si bien durante muchos años desde el abordaje Marxista la estética ha estado subordinada a la ideología, es imprescindible pensar hoy en una relación abierta entre ambas, es decir, en donde la estética se exprese desde la objetividad.

Las luchas revolucionarias en los frentes ideológicos y artísticos deben hallarse subordinadas a la lucha política, porque sólo a través de la política puede expresarse en forma concentrada las necesidades de las clases y de las masas. Los estadistas revolucionarios o los expertos políticos que han sabido dominar la ciencia y el arte de la política revolucionaria son, simplemente, dirigentes de millones de estadistas (es decir, las masas) y también la misión de recoger las ideas de estos estadistas-masa, someterlas a un proceso de refinamiento y devolver luego los productos refinados a las masas, para que éstas las acepten y las pongan en práctica. (Mao Tse- Tung en Sánchez, 1970: 389)

Las ideas de Mao Tse-Tung entorno a la supeditación de lo estético tiene un principio básico la necesidad de mantener una coherencia en la comunicación de la propaganda, pero en el caso de las condiciones actuales de lucha, la estética como instrumento de cambio asume la comprensión de la realidad a partir de una interpretación de la verdad soportada en la búsqueda de nuevos valores axiológicos para la humanidad, en donde la condición humana y las relaciones intra e interpersonales se expresen en la contemplación del acto estético.

Los planteamientos de la planeación territorial y planeación estratégica territorial como instrumento que desde el “Management” capitalista, con sus fundamentos neokeynecianos y neoliberales no se separan de la reproducción de las condiciones de explotación del ser humano.

En el caso del Management, en la Educación (en sus dos acepciones Gestión Estratégica Educativa y Gestión Estratégica Educativa Participativa) no permiten que se presente una interpretación verdadera de la realidad porque su fundamento filosófico es de orden idealista y sus propuestas psicopedagógicas, como es el caso de las competencias son de orden apriorista, es decir se considera que la evaluación tiene un fin predeterminado.

Las redes institucionales como espacio de decisión se asumen en un contexto de complejidad histórica en donde el sistema no tiene respuestas legítimas para la sociedad, y en donde es imprescindible desmontar los significados de diseño de la perspectiva gerencial de la vida humana que han derivado en un fin utilitario, sin una prospectiva de cambio y menos de partición democrática de los ciudadanos, en donde se trasladan los riesgos a los individuos sin un compromiso compartido para el desarrollo.


Estética y Revolución

La estética, como definición de lo bello, tiene su origen en una definición aristotélica de lo que debe ser contemplado, pero no de los aspectos que desde la perspectiva del uso ha de ser considerado arte, esa no es la búsqueda de lo estético, y es ahí donde inicia la primera ruptura con el orden aristotélico en el siglo XVI.

De ahí que la ruptura se presenta como un fin en sí mismo cuando hablamos de revolución, pero no es del todo real, la estética no necesariamente es un punto de partida para la transformación de la realidad, en este sentido se hace necesario analizar hasta dónde las formas cotidianas del mundo concreto se presentan como un elemento de dinamización del entorno. No podemos por tanto asumir que la creación es un elemento de cambio permanente, en todo caso es en el propio compromiso con lo emocional de la obra y el entorno lo que permite relacionar la estética con la revolución.

La estética, en su relación con la transformación de la realidad, es decir, en la ampliación de los límites de la verdad se encuentra relacionada con una definición ética de la realidad, de ahí que la acción humana, mediada por la percepción, del entorno en el que se desarrolle en sus actos una interpretación que desde la cultura permite a la sociedad interpretar el contexto natural e histórico, con la limitación de los códigos culturales con los que se desarrolla dicha cultura.

La relación entre ética y estética ha sido abordada por George Lukcás (1923), a partir de la evocación como acto humano, lo que permite, para Lukcás , modificar la mímesis humana, a través de una interpretación emocional que se expresa en los límites de la propia contemplación. Lukcás abordo los estudios estéticos buscando superar al Marxismo ortodoxo, aspecto que le permitió aportar al desarrollo la interpretación material de la conciencia. Ahora bien, hablar de una estética marxista, nos remite por entero subordinar la primera a una lucha ideológica de posiciones, pero en el contexto actual, el llamado realismo en la ideología del “Socialismo Real”, no representa los elementos conceptuales con los que interactúa la sociedad en los contextos cotidianos.

Nadie ha supuesto nunca que todos los hombres, o todos los escritores, o todos los artistas tengan que ser revolucionarios, como nadie puede suponer que todos los hombres o todos los revolucionarios tengan que ser artistas, ni tampoco que todo hombre honesto, por el hecho de ser honesto, tenga que ser revolucionario. Ser revolucionario es también una actitud ante la vida, ser revolucionario es una actitud ante la realidad existente, y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla, por eso son revolucionarios. (Sánchez, 1970: 404)

La lucha de clases, tiene expresiones propias en las condiciones sociales cotidianas, por lo que es en la propia interacción social común donde se encuentran expresada la concepción del capitalismo, tanto en los perfiles arquitectónicos de los entornos urbanos como rurales, como en los estilos de moda de la ropa, en el consumo de alimentos, en las fiestas impulsadas desde el marketing del consumo, de ahí, que es en este primer manejo perceptual del paisaje en donde se observa la capa superficial del conflicto entre quienes asumen como propio del capitalismo y lo expresan en el “orden” frente a un contraste de la miseria, desorden y promiscuidad, pero este es un espejo, una silueta, en donde las formas de producción y enajenación desarrollan los elementos de apropiación del espacio, frente a millones a los que no se les ha educado para transformar su realidad y ser parte de la sociedad de consumo o de los desposeídos.

Coincidamos en que bajo las condiciones actuales de genocidio, en todas sus formas, la tarea suprema del arte, la ciencia y el pensamiento es participar consciente y activamente en la preparación y triunfo de la Revolución Bonita. Acordemos que ni científicos, ni intelectuales, ni aristas pueden servir a la lucha emancipadora a no ser que estén subjetivamente penetrados por la necesidad revolucionaria organizada, social e individual, que traduzca el sentido y drama de la revolución en sus nervios para que procure libremente dar una encarnación artística, científica etc. a su mundo interior y exterior. Coincidamos en no someternos a burocracia o secta alguna. En no aceptar la Belleza por etapas o en un solo país. (Buen, 2006)

En la contemplación, como aspecto que propicia el inicio de una forma diferente de establecer el proceso en la que se elaboran las actividades cotidianas, no estamos hablando sólo del uso de un entorno perceptual distinto, además de la ruptura de los criterios en los cuales el estado maneja la realidad, lo que en sí mismo confronta los linderos ideológicos con los que se constituye el capitalismo tardío en las sociedades occidentales.

Buscar una nueva manera de comprender lo social evitaría que la metodología sea utilizada, tal como lo señala Maffesoli (1997), como instrumento para disecar la epistemología y así poder elaborar constructos teóricos aislados en compartimientos estancos. En esta dirección, la estética como creatividad sensible amplía el horizonte comprensivo e interpretativo de lo social, construyendo una unidad de transversalidad entre la dimensión abstracta y la sensible, que sirve de soporte a una vivencia integral de la calidad de vida, donde la imaginación, la intuición y el concepto son el cemento que unifica el todo social. Esta estructura unitaria ha sido denominada por Maffesoli (op. cit.) como raciovitalismo, donde las pasiones, pulsiones, emociones, afectos ya no están fuera de la realidad que se interpreta, sino que forman parte de la dimensión de lo social. Esto da pie a una reflexión epistemológica sobre lo social, de carácter integral, facilitando así la comprensión de la realidad social. (Portillo, 2007)

A lo largo del siglo XX el conflicto entre lo real y lo abstracto en el arte se enfrascaron en un debate de la forma en la estética (Hadjinicolaou, 1974, Sachez, 1970), en ambos extremos el debate ideológico subordina el conflicto epistemológico de la valoración estética. El mundo, los individuos mientras tanto continuaron naciendo y muriendo en un “orden” de que ha perdurado cinco siglos, en donde las leyes de la posesión material de los medios de producción ha mantenido la hegemonía, sobre el desbordamiento social de los canones del consumo, incluso empobreciendo a la humanidad con tal de prevalecer, como ha sucedido en la segunda mitad del Siglo XX y principios del XXI con la llamada economía especulativa.

(…) el mundo que revela es el de una ideología cualquiera que sea su “realismo” (el de imágenes). De momento, basta con insistir sobre el hecho de que la ideología de la imagen es una ideología propiamente “de imágenes” y no política o literaria, un tipo de ideología que no existe, como tal, sino que en la forma de las dos dimensiones de la imagen, sin dejar de mantener relaciones específicas con los demás tipos de ideologías (literaria, política, filosófica, etc.). (Hadjinicolaou, 1974: 19)

La organización de la forma en la posmodernidad, es en sí, la búsqueda de un orden preestablecido bajo la imagen de la ruptura, pero en los hechos el componente idealista kantiano dan al traste con los elementos que constituyen dicha ruptura, así, en todos los órdenes, económico, político, social, la definición previa de lo que se busca con la imagen determina el uso que de ella se hace en el entorno social.

La negación de la lucha de clases en el socialismo parlamentario europeo desde mediados del siglo XX ha gestado un camino en el que la simulación en las relaciones de explotación se ha llevado a cabo un maniqueísmo del contexto social en el que se desarrollan los conflictos sociales, dando paso a un conjunto de elementos de reforma permanente en el sistema “democrático” burgués.

En una sociedad de clases, los trabajadores siguen ciegamente las órdenes de los supervisores. Ellos construyen pirámides pero cada uno contribuye con una piedra; sólo los dirigentes saben que lo están construyendo es una pirámide. La jerarquización de las tareas hace posible una mayor conciencia de la realidad, pero esta conciencia sólo pertenece a la clase dirigente; los trabajadores obedecen ciegamente y carecen de libertad. (…) Los dirigentes son libres en la medida de su conciencia. Por esa razón, el ejercicio del arte se convierte cada vez más en una prerrogativa exclusiva de la clase dominante y refleja sus aspiraciones y deseos. La necesidad de preservar un derecho de clase fosiliza la religión, y entonces el arte se separa de ella. (Caudwell, 1972: 54)

La relación entre la ética y la estética se encuentra en la definición de la verdad como desarrollo inherente a la condición humana, es ahí en la verdad, en donde se encuentran los valores que hacen posible que el ser humano trascienda a la condición instintiva de la simulación como proceso de sobrevivencia (Ingenieros, 1903).

La verdad como instrumento social de la transformación de la realidad es negada en el contexto capitalista de alto consumo, pues es en el orden de la economía especulativa el consumo se presenta como el objetivo único de las relaciones de producción de la sociedad, ante este destino preestablecido, con lo que se presenta una negación de lo humano como orientación de la vida cotidiana.

Si bien, Caudwell (1972) afirma, además, que la verdad es una relación con la percepción del individuo, no deja de asumir que esta relación se encuentra relacionada con el desarrollo material de las fuerzas productivas, aún sin alcanzar a comprender –como producto del desarrollo de la ciencia en su época (década de 1930)- que la percepción se encuentra asida a la significación de la realidad.

La verdad es pues un producto organizado de la lucha del hombre con la naturaleza. A medida que en el curso de esta lucha se acumula capital (técnica y conocimientos) y aumenta su complejidad, la verdad, que es el reflejo de la realidad, va floreciendo en la mente del hombre. Un hombre, en un momento determinado, no puede abarcar sino un aspecto parcial de esa verdad. Esta percepción de la realidad, distorsionada, parcial y limitada, adquiere, sin embargo, carácter de verdad, de ciencia, en la mente de todos los hombres. Porque está organizada de acuerdo con las condiciones de la sociedad, las cuales surgen, a su vez, de las necesidades de la producción económica. De este modo, la verdad es, en todo momento, el complejo constituido por el reflejo parcial de la realidad en la mente de todos los hombres vivientes, no como mera acumulación, sino tal como esos puntos de vista organizados en una sociedad determinada, de acuerdo con el nivel de desarrollo de la técnica experimental, la literatura científica, los medios de comunicación y de difusión y las instalaciones de laboratorio. (Caudwell, 1972: 161)

La relación entre estética y revolución, se presenta en la fractura de los significados en los que se soporta el poder establecido, es a través de la acción humana, en su interpretación consiente en donde se presenta la desmitificación del mundo de las formas, así, la revolución se transforma como uno de los aspecto que se modifica en la relación ontológica con el espacio y el tiempo, presentándose la confrontación entre los elementos en los que dan legitimidad a la imagen, que se expresa en las relaciones cotidianas y la interpretaciones nuevas de la propia realidad.

La estética en su relación con la revolución es un juego de múltiples luces y sombras con lenguajes propios, que no se desgrana ante el mundo sino a través de la significación del mundo, sin esta significación es imposible irrumpir con una verdad preestablecida en la estética del consumo, en donde la vida es traslucida, basada en una atonía en la que la vida es un consumo perene.

La revolución es negarse a las relaciones de producción que orienta el capitalismo salvaje, en el que la especulación y la negación a la vida por el entorno superpuesto en las explicaciones pictóricas de una hermenéutica figurativa no da paso a las relaciones concretas con un entorno.La estética de ruptura es la que se niega a la mercantilización de los elementos creativos, no sólo en la obra de arte, que se convierte en una mercancía más, en los términos de lo superfluo en un esnobismo.


Conclusiones

La percepción de lo estético esta mediado por el lenguaje, de ahí que la percepción verbal (Vygotsky, 2000), nos permite enfocar en la “educación de la mirada” es un punto de partida para la transformación de la realidad, comprender la relación que guarda la contemplación con la significación estética nos permite comprender los elementos que constituyen.

El territorio y el paisaje que se constituye como una representación del desarrollo cognitivo de la sociedad en la que se expresa, nos permite pensar que la revolución posible del proletariado está en la transformación radical del estado de cosas en las que materialmente se vive, de ahí que la lucha estética este directamente ligada a una deslinde ideológico de las formas de producción que propician la desigualdad y enardecen la lucha de clases.

En la sociedad contemporánea, en donde los elementos estéticos del diseño buscan sustituir las necesidades contemplativa del ser humano, la significación de lo bello pasa por el valor de cambio de las mercancías y en este contexto, las relaciones con la realidad están mediatizadas por los patrones de consumo, el estado moderno es secuestrado por los elementos de diseño de la gestión en tanto que la realidad objetiva deja de ser mediada por el sujeto para ser operada por los procesos básicos de interpretación de la realidad los estímulos de las sensaciones.

El avance hacia las Redes Institucionales y a una planeación territorial de la economía es un primer paso para recuperar la forma estética y con ello los elementos que moralmente constituyen al ser humano en un acto de responsabilidad compartida, en donde la estética está supeditada a la funcionalidad y no al cambio, es decir, en donde el diseño no explota los valores subjetivos de las sensaciones y por tanto el intercambio de mercancías está dominado por la emoción y no los procesos inferiores de los sentimientos.

La ruptura estética que está por venir, en la negación de los aspectos que mediatizan la vida humana al consumo de los fetiches prediseñados para el intercambio de mercancías, a partir de una valoración estética de la forma y con ello una negación a los elementos constituyentes en la estética contemporánea.

Uno de los puntos de partida para la ruptura estética es replantear los elementos en los que se soporta la planeación económica de la realidad y los supuestos que constituyen a la “gestión” aislada de los procesos de desarrollo, abarcando así la prospectiva en un elemento indicativo y no de normalización de los procesos de comunicación social, en donde el diseño soporta el escenario a alcanzar por el entorno social prediseñado. En este sentido, la planeación desde las Redes Institucionales, es decir desde el campo de conocimiento a abarcar en un intercambio abierto de las instituciones permite una relación con el individuo en su condición cotidiana, una acción de corresponsabilidad y cogobierno que permite legitimar los procesos de toma de decisión de las instituciones.


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